Blanca Murall conduce una fundación que apunta a mejorar la calidad de vida de las personas con Síndrome de Down. La pelea la inició hace 40 años cuando decidió adoptar al primero de sus seis hijos discapacitados.
Su corazón de madre es incondicional. Blanca Murall (84) adoptó junto a su marido Roberto a seis jóvenes discapacitados que llenaron de alegría su casa de San Isidro. Fue tanto el amor y la energía que la pareja encontró desde entonces que decidieron ir por más. Así nació hace 32 años el “Hogar y Fundación Nosotros”, un espacio para la ayuda y la inclusión de personas con discapacidad, que hoy sigue vigente en distintas sedes.
Blanca Murall junto a siete de sus hijos. Muchos colaboran con la Fundación.
Todo nació hace cuatro décadas cuando Blanca, quien ya era mamá de cinco chicos, visitó un hogar de niños en Tigre y fue cautivada por Javier, un niño de dos años con Síndrome de Down que jugaba y corría por el lugar. “Roberto enseguida me apoyó y le puso un poco de sentido común a la situación. Yo tenía una gran necesidad por ayudar a esos chicos. En un tiempo, Javier se convirtió en uno más de nosotros”, cuenta la vecina de Acassuso.
La incorporación de Javier a la familia Murall fue el puntapié de un largo camino de lucha y de amor. Lo que empezó como la búsqueda de una compañía para el niño, terminó en la adopción de cinco chicos más: José, Martín, Olga, Angelita y Luis.
“Durante una cena, era domingo, mis hijos me plantearon el por qué no armar algo para ayudar a familias de chicos discapacitados. Así surgió el centro de día laboral. Empezó a funcionar en un espacio que nos donaron. Al poco tiempo de abrir, ya teníamos más de 20 chicos participando”, explica Blanca sobre el origen de la Fundación, que trabaja desde 1985 y ya tiene sedes en Tigre y Escobar.
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Estos chicos le trajeron un amor muy especial a esta casa
Blanca Murall
El proyecto creció y se expandió. Además de formación laboral, en el espacio les ofrecen a jóvenes de 14 años en adelante, un programa de actividades donde trabajan con animales y aprenden a realizar actividades diarias del hogar.
“Ingresan y egresan de este lugar como de una escuela. La idea es que cada uno se tome el tiempo necesario para realizar los cursos y salga de acá preparado, con técnicas laborales ya desarrolladas, como jardinería y cocina”, declara Fermín, el menor de los hijos biológicos de Mural. Además de los centros, la Fundación cuenta con un hogar donde actualmente residen jóvenes y familias que se sienten contenidas en un lugar especial.
A pesar de haber sufrido perdidas, como el fallecimiento de su marido hace 17 años y de unos de sus hijos adoptivos, Blanca jamás bajo los brazos. “Me sentía cómoda en una mesa grande. Estos chicos le trajeron un amor muy especial a esta casa, y para mí lo más importante es darles un lugar con calidez y respeto”, asegura.
Hoy, a los 84 años, sigue al frente de la Fundación Nosotros, que tiene tres centros de día a los que asisten unos 450 chicos.