Mar del Plata. Desde Remando Juntos, Lucas Rubiño enseña este deporte a personas con discapacidad; usa tablas modificadas.
MAR DEL PLATA.- La playa elegida para la clase puede variar según la calidad de ola del día. También de acuerdo con las posibilidades del alumno. Porque quienes se le animan a la tabla, y con ella desafiar al mar, cargan con alguna discapacidad mental o motriz. Pero no importa, porque acá, a su manera, todos pueden. Aunque parezca increíble, hasta personas cuadripléjicas logran vivir esa fenomenal sensación que es surfear.
Desde hace más de una década, el centro de entrenamiento Mar del Surf abrió camino para las clases dedicadas a niños, jóvenes y adultos con discapacidad a partir de Remando Juntos. Lucas Rubiño fue el gestor de esta propuesta de surf adaptado que poco a poco creció a medida que fue encontrando una respuesta positiva en quienes creían que era imposible para ellos practicar un deporte que implica destreza, movimiento y equilibrio.
Puerto Cardiel, en la zona de La Perla, es la cita del día. Entre los que se calzan el traje de neopreno y se aprestan a tomar su quinta clase está Zoe Giannini, de 23 años, a la que le falta el brazo izquierdo desde que nació. Se acomoda la remera de lycra, se ata al tobillo la pita que la une a la tabla y avanza a buscar la primera ola. «Así como aprendí a tejer con solo un brazo y una mano, aquí también me demostré que puedo disfrutar del surf, correr una ola y, si todo sale bien, a corto plazo, competir», cuenta esta profesora de artes plásticas apasionada por los deportes.
Rubiño la acompaña aguas adentro, le enseña un par de tips fundamentales para todo surfista, enumera precauciones para moverse en un sector donde además hay bañistas y entonces sí, por fin, la alienta para que apure la particular remada y viaje sobre la blanca espuma. «La sensación de ir parada sobre la tabla es difícil de describir, es emocionante», insiste la alumna.
La escuela de surf adaptado dicta clases gratuitas a las personas con discapacidad. Detrás de Zoe llegan Sebastián y Oriana, dos jóvenes con síndrome de Down. El primero ya es un experimentado: rema cómodo y solo, se filtra entre las olas de frente y, apenas se acomoda, busca ese impulso que lo devuelva a la orilla. Si se puede, parado sobre la tabla.
La aventura demandó creatividad en todo sentido. No solo en encontrar una nueva manera de enseñar, sino también para disponer de equipos acordes, que atiendan y den las mejores respuestas posibles para cada caso.
Rubiño, que es profesor especializado en educación especial, consiguió tablas y las fue modificando. Para que algunos pudieran surfear acostados, sentados o parados. «Con la ayuda de mi papá armamos con caños de PVC una suerte de andador para se pueda acomodarse y surfear una chica que tiene parálisis cerebral», recuerda el caso de Evelyn, quizás uno de los logros más extremos de esta propuesta.
Por estas clases también han pasado personas con autismo, retraso madurativo, ceguera, hipoacusia y hemiplejía. Para todos aparece una opción que permita disfrutar del deporte y el mar.
Como entrenador de estos alumnos -también del seleccionado argentino de la especialidad-, resalta la confianza que cada de uno de ellos tiene en él al inicio de la experiencia. «No me conocen, confían a ciegas y eso es fantástico», cuenta a LA NACION.
Según las limitaciones que pueda presentar el alumno, la clase será solo o con algún familiar, como suele ocurrir con madres o padres que se suben a la tabla con sus hijos pequeños con problemas motrices o mentales. Hay tablas de surf o stand up paddle(otra versión que se utiliza con remos) capaces de soportar el peso de dos o más personas y viajar sobre la ola, aunque sea unos metros, pero siempre con la posibilidad de sentir esa fuerza y aporte a la salud que implica el contacto con el mar.
Rubiño está siempre en busca de nuevas alternativas, que siempre apuntan a ser soluciones. Por ejemplo, fundas inflables que -al igual que las que se usan para estabilizar extremidades con fracturas- permitirían que una persona que camina pueda sostenerse de pie sobre la tabla.
En pos del objetivo, en el surf adaptado no hay límites. Rubiño cuenta el caso de un joven cuadripléjico que participó de un torneo con una tabla impulsada con un motor que podía manejar con el mentón apoyado sobre una suerte de joystick. «Salvo en ese caso, que es con motor, en el resto la Argentina está más avanzada que muchos países», cuenta el entrenador.